Dentro de un local en sótano, con unos muros pétreos impactantes que antaño habían dado cobijo a montañas de sal, se presenta la oportunidad de intervenir en la creación de un restaurante y tienda de alimentos para el cocinero Aitor Elizegi.
El carácter íntimo de la iluminación se conjuga con la potencia de la piedra preexistente para dotar a todos los espacios de un ambiente personal y cercano en el que poder dirigir todos los sentidos hacia las sensaciones que se presentan encima de las mesas.